lunes, 5 de agosto de 2019

Nehemías 1

REFLEXIONES SOBRE NEHEMÍAS 1



El libro de Nehemías fue escrito por quien lleva su nombre y, en términos generales, narra la reconstrucción de los muros de Jerusalén y sus puertas. Este siervo de Dios, fue copero del rey de Persia, en Susa, capital del reino. Podríamos decir, que Nehemías fue un alto dignatario, además, fue hombre de mucha confianza del soberano.

Sobre los nombres: Vr 1-2

-     Padre: Hacalías, significa “oscuridad de Dios”
-     Hermano: Hanani, significa “bondadoso, “con gracia”
-     Nehemías: “Jehová consuela”

Pensando en el cuadro descrito en el capítulo 1 de Nehemías, el cautiverio era un tiempo de oscuridad para Israel, pues  a causa de su idolatría y desobediencia, Dios los envió a una nación extraña y pagana.

Uno de los hermanos de este siervo de Dios, fue a visitarlo y dio parte de la situación de los judíos y de Jerusalén. El solo hecho que Hanani estuviera vivo y contando la realidad del pueblo de Dios, hacía parte de la bondad del Señor. A pesar de la oscuridad, la gracia de Dios podía verse guardando un remanente.

Pero, las cosas no terminaban allí, “Jehová consuela” y lo iba a hacer a través de Nehemías. Este hombre sería uno de los hombres usados por Dios para traer consuelo a Israel con la restauración de sus muros y sus puertas.

En los tiempos de oscuridad, debemos recordar que Dios tiene un plan perfecto, insondable y sabio, en medio de los cuales debemos tener presente su bondad y, además, creyendo que dentro de muy poco tendremos el consuelo necesario para nuestras almas.

Quizás, al considerar la obra del Señor, se vean los muros destruidos y las puertas quemadas con fuego y, por tanto, el panorama se vea gris; sin embargo, aunque nosotros vemos el humo, Dios ve su pueblo y, en su gracia, hoy busca personas como Nehemías para edificar, reparar y levantar.

Sobre las noticias: Vr 3

me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego.

Tristemente, las noticias sobre Israel, sus moradores, los muros y las puertas, eran bastante lamentables.

¿Si hoy se preguntara por la iglesia en la cual nos congregamos, cuál sería nuestra respuesta?

-   Los moradores, es decir, los creyentes, cómo están?

-   Los muros, esto es, hay santidad en la iglesia, existe separación del mundo, hay una preocupación constante por guardarse del mal?

Cuando Nehemías escuchó las noticias sobre sus hermanos israelitas y que los muros de Jerusalén estaban destruidos y sus puertas consumidas por el fuego, su reacción fue llorar, hacer duelo, ayunar, orar y, dentro de esta última, confesar los pecados de su pueblo, incluyéndose él también, como si él hiciera parte del fracaso espiritual de Israel (Neh 1.4-6).

En Nehemías no vemos autocomplacencia, vanidad, orgullo, juicio, reclamo, al contrario, lo que se aprecia en su oración es un desprendimiento de sí mismo, una identificación plena con el pueblo y con su pecado. Este siervo del Señor no escudriñaba el corazón ajeno, pero si reconocía humildemente su propio pecado. Nótese, por ejemplo: “Si, yo y la casa de mi padre hemos pecado”. Al decir verdad, tal vez el menos responsable de la situación espiritual de Israel era Nehemías, sin embargo, ora como si él fuera el causante de la desdicha y castigo divinos.

Al ver la obra de Dios y su creciente decadencia, el creyente fiel, confesará sus pecados junto con los del pueblo, no estará parado en un pedestal analizando el pecado ajeno. Con razón, Dios pudo usar a este hombre en la restauración de los muros, por lo cual, siguiendo ese ejemplo, quiera el Señor usarnos a nosotros para su gloria y bendición de su pueblo.

En este punto, podríamos preguntarnos, ¿cuándo fue la última vez que lloramos por la situación de la obra de Dios?, o quizás haya ocurrido, de manera literal, que hemos perdido el apetito considerando la situación de las iglesias. Tal vez estemos orando y, de ser así, el corazón está preparándose para dejar de lamentarse y comenzar a hacer y tener parte activa en el servicio del Señor.

Sobre la Necesidad de Orar: Vr 4-11


Nehemías, en su oración, destaca:

1. La Persona de Dios: “Oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos” (Vr 5). Nehemías invoca a Dios como el Altísimo, aquél que estaba por encima del rey de Persia y de las circunstancias.

Este varón, conocía a Dios como el Altísimo, el Todopoderoso, el Dios fiel que cumple su palabra, pero también, como el Dios misericordioso y justo.

Hoy, conocemos a Dios como nuestro Padre, pero, sin duda, nuestra comunión con Él nos llevará a considerarlo como el Dios de paz (Fil 4.9), Padre de misericordias (2 Cor 1.3), Dios de toda consolación (2 Cor 1.3b), el Padre de los espíritus (Heb 12.9), el Padre de las luces (San 1.17), entre muchas otras referencias.

2. Su Pecado: En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo” (Vr 6-7). La causa por la cual Israel se encontraba en gran mal y afrenta, se debió a la desobediencia de la ley. Nehemías oraba como si el pecado fuera suyo, como si el fracaso hubiera sido ocasionado por él, como si él se hubiera apartado de la ley de Dios.

Una vida de oración conducirá al reconocimiento de la santidad de Dios, pero, a su vez, de nuestra propia indignidad y miseria. Un corazón cercano al Señor, se aleja del orgullo, no busca en otros la justificación del fracaso y, aunque no disimula que el pueblo se ha extraviado, él también se incluye. Hacemos bien en recordar las palabras del publicano: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lc 18.13).


 3. La Palabra de Dios: “Acuérdate   ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo”. (Vr 8). Tenía claro lo que Dios había dicho en cuanto a la desobediencia y sus consecuencias (Dt 28.64), pero también, sobre el arrepentimiento y la restauración (Vr 9); (Dt 30.1-5).


Nos conviene hacer el diagnóstico, es decir, ver la raíz del problema y lo que Dios dice respecto a ello en Su palabra, pero también, es menester, discernir y aplicar el remedio bíblico. Temo que en muchas ocasiones, somos prontos para diagnosticar, pero tardos para procurar la restauración. Dios nos ayude a proceder en santo equilibrio.

El pecado puede ser muy grande como la idolatría y sus consecuencias incalculables como la dispersión, no obstante, el arrepentimiento trae restauración.

4. El Pueblo de Dios: “Son tus siervos y tu pueblo” (Vr 10). Nehemías tenía muy claro que el pueblo era de Dios, no suyo, por muy identificado que estuviera con Israel, sus ojos estaban puestos en su dueño.

Dios nos ayude a considerar la obra de Dios como suya, no nuestra, Cristo la ganó por su propia sangre (Hec 20.28).

5.  El Poder de Dios: “los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa” (Vr 10b).

Nehemías tenía claro quién redimió y cómo redimió a Israel, ese hecho fue una manifestación del ilimitado poder de Dios. El pueblo es de Dios, porque Cristo lo compró con su sangre. Al mismo tiempo, no debemos perder de vista, que quien nos compró, es quien sostiene su iglesia, por tanto, nuestra confianza debe reposar en su poder, no en nuestros esfuerzos.

6. La Petición de otros siervos: “Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre”.  (Vr 11). Gracias a Dios, Nehemías tenía claro que no estaba solo en su sentir, habían otras personas que también oraban y buscaban agradar al Señor.

Hermanos, debemos reconocer que hay otros creyentes que también oran por la obra, cuyo anhelo de su corazón es reverenciar el nombre del Señor, sino, podríamos caer en la queja de Elías: El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida” (1 Re 19.14). Creer que somos los únicos que hemos quedado, que somos el remanente fiel, no solo nos ensimisma, sino además, saca a flote nuestro ego espiritual (“solo yo”).

Qué dijo Dios a Elías: Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron. (1 Re 19.18). Es decir, mientras Elías daba una batalla pública, habían 7000 creyentes fieles más, que honraban a Dios, por tanto, cuán equivocado estaba este profeta de Dios.


7. La Petición específica: concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón (…)”. (Vr 11b).

La petición final y concreta de Nehemías, tuvo que ver con que el Señor le de gracia ante los ojos del rey y le conceda ir a Jerusalén. Esa solicitud, habla de la disposición del siervo por actuar, no se quedó en lágrimas, ayuno y oración. Este varón, se preparó delante de Dios para hablar delante del rey, pero además, para marchar e ir a Judá.

Dios nos ayude a ser sensibles ante la realidad de la obra del Señor, a identificarnos con el pueblo de Dios, pero, sobre todo, a estar dispuestos a hacer su voluntad y abandonar nuestra comodidad.

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