7 Triadas en Deuteronomio 6
El
capítulo 6 del libro de Deuteronomio, resulta ser de vital importancia para el
pueblo de Israel, de hecho, el verso 4 hace parte de lo que se conoce como el “shemá”
(Oye Israel), una de las principales plegarias que sigue repitiendo el pueblo
judío en la actualidad.
Después
del número 7, el número 3 es el que más se repite en la Biblia. En este
capítulo, las variadas triadas mencionadas, quizás guarden relación con la
mención al Dios trino en el versículo 4.
1. La Torá:
Mandamientos, estatutos y
decretos: Dt 6.1
Sin
lugar a dudas, las tres palabras hacen referencia a la ley que Dios había dado
a los israelitas a través de Moisés. Sin embargo, se pueden notar sutiles
diferencias.
1.1. Mandamientos:
Hebreo mitsvá, se refiere a las órdenes dadas por Dios, por lo
cual, el énfasis radica en la prescripción,
hacer o no hacer.
1.2. Estatutos: Hebreo kjoc,
cuyo énfasis está en la promulgación
de la ley por parte de Dios.
1.3. Decretos: Hebreo mishpát,
sentencia pronunciada judicialmente, favorable
o desfavorable. El énfasis radica en el pronunciamiento
divino sobre algo o alguien.
Dios en su Palabra habla en términos Absolutos (mandamientos), Él es su Autor (Estatutos) y lo hace con Autoridad (Decretos).
En
estos tiempos que la Biblia cataloga como “peligrosos” (2 Ti 3.1), a las personas no les gusta hablar de
términos absolutos, menos que se diga que la Palabra de Dios es toda la verdad,
o que Cristo dijo: “Yo soy la verdad (…)” (Jn 14.6).
Vivimos
en una época en la que no se reconoce que las Escrituras son divinamente
inspiradas, que Dios es el Autor de ellas y, por el mismo motivo, no reconocen
su Autoridad. A pesar de la creciente indiferencia y oposición a la Biblia,
Dios nos llama a guardarla y obedecerla.
2. La Trascendencia Generacional:
Dt 6.2
“(…) para que temas a Jehová
tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo,
todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados”.
Dios deseaba que el padre
de familia, su hijo y su nieto, guardaran Su Palabra, que Israel de generación
en generación no se olvidara de Él.
Para
disfrutar de la tierra prometida a donde Israel iba a llegar, no era suficiente
con que las personas que la conquistaban guardaran la ley, pues el propósito
divino era que ello perdurara en el tiempo, es decir, que las nuevas
generaciones también conocieran a Dios. Iban a gozar del bien de la tierra y de
todas las bendiciones, siempre y cuando estuvieran ocupados en replicar la
Palabra de Dios a sus hijos y nietos.
Moisés
preparó y enseñó a Josué, de manera que ante su muerte, Dios lo levantó como su
sucesor. El segundo, hizo un gran trabajo, siguió fielmente al Señor, sin
embargo, ante su muerte, la Biblia dice:
“Pero murió Josué hijo de Nun,
siervo de Jehová, siendo de ciento diez años. (…) Y toda aquella generación
también fue reunida a sus padres. Y se
levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra
que él había hecho por Israel” (Jue 2.8-10).
Tristemente,
en la historia del pueblo de Israel, después de una generación dorada como la
de Josué, se levantó una que no conocía a Dios ni sus obras.
El
Señor quiere que los cristianos en todos los lugares y en todo tiempo,
guardemos Su Palabra. Por tanto, cada día nos corresponde leer, meditar,
guardar y obedecer la Palabra de Dios, de manera que podamos terminar diciendo,
como lo expresó el apóstol Pablo: “He
peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Ti 4.7).
En el nuevo testamento, nuestro
querido hermano Pablo, tenía el mismo pensamiento respecto de las iglesias: “Lo que has oído
de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres
fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”
(2 Ti 2.2).
Este principio debe ser
atesorado y guardado por las asambleas, es decir, debe haber un ejercicio
sincero delante del Señor, por capacitar a los creyentes (fieles) y que estos
procuren, con devoción, enseñar también a otros. De esa forma, el conocimiento de Dios y Su Palabra pasará a
quienes nos van relevando.
3.
El
Tiempo:
Los días: Dt 6.2, 24
3.1. “(…) todos los días de tu vida”
Dios
quería que Su Pueblo le temiera y guardara la ley todos los días de su vida, es
decir, constantemente y fielmente; lamentablemente, aun en presencia de Moisés,
vez tras vez, Israel abandonaba su pacto y no obedecía.
Sobre
el temor a Dios, “El principio de la
sabiduría es el temor de Jehová”
Pro 1.7
“El temor de Jehová es aborrecer el mal
(…)” Pro 8.13
Como
se ve, el temor que Dios demanda no es miedo, en otro sentido, es odio por el
pecado, además, ello constituye el principio de la sabiduría. En la medida que
nos vayamos apartando del mal, más sabios seremos; al contrario, entre más
cerca caminemos del pecado, menos sabios nos volvemos, por eso, a este último
evento, Dios le llama necedad.
3.2.
“(…)
para que tus días sean prolongados”
Dt 6.2
El mandamiento dentro de
lo que se conoce como el decálogo, dice: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días
se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Ex 20.12).
Pablo,
el apóstol, lo cita así: “Honra a tu padre y a
tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y
seas de larga vida sobre la tierra”
(Ef 6.2-3).
La ley prescribía para el
hijo contumaz y rebelde que fuera apedreado (Dt 21.18-21), por ende, su vida
era muy corta sobre la tierra.
Tropezamos con el
versículo, porque no entendemos cómo existiendo esta promesa, muchos hijos que
honran a sus padres, fallecen a temprana edad o, por qué, hijos malos llegan al
fin de sus días de edad bastante avanzada.
La promesa sigue siendo
cierta y válida en nuestro tiempo, a pesar de las excepciones que puedan
presentarse, y puesto que no se nos informa el por qué no se cumple en diversas
ocasiones, no estamos llamados a concluir lo que Dios no dice. Aceptamos con
reverencia sus decisiones y, en todo caso, sabemos que guardar los preceptos
del Señor, trae bendición.
3.3. “(…) para que nos vaya bien todos los días
(…)” Dt 6.21
El
hijo podría preguntar a su padre judío, ¿Qué significan los decretos y
mandamientos que Dios les dio a ustedes en el pasado? A lo cual, el padre debía
contarle la historia de la redención, es decir, que fueron esclavos en Egipto,
que Dios hizo señales en Faraón y en todo su pueblo, los liberó con mano
poderosa y brazo extendido y los introdujo en la tierra prometida en la cual
habitan, para que guarden Su Palabra y les vaya
bien todos los días.
El
interés de Dios era que su pueblo siguiera conservando su ley en la nueva
tierra a la cual llegaban y, por tanto, que no se contaminaran con las
costumbres de los pueblos que allí habitaban. Entonces, si los israelitas
querían que les vaya bien en Canaán, debían guardar los preceptos y
mandamientos de su Dios.
Hoy,
la realidad para el cristiano es similar, ya hemos salido del mundo (Egipto),
Cristo nos redimió con su sangre y desea que guardemos Su Palabra, solo de esta
manera, nos irá bien todos los días. Dios es bueno y desea nuestro bien, pero
no podemos tomar atajos, es decir, si y solo si, la bendición vendrá por
guardar Su Palabra.
4. Tres Declaraciones
“Para que te vaya bien”
4.1. “Oye, pues, oh Israel, y cuida de
ponerlos por obra, para que te
vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os
multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres”.
Dt 6.3.
Debemos
colocar especial cuidado en poner por obra lo que Dios dice en Su Palabra. La
única fórmula válida para que nos vaya bien es la obediencia.
De
la misma manera, nuestra fidelidad a las Escrituras, nos permitirá multiplicarnos
como creyentes, por lo cual, si no vemos crecimiento numérico en nuestras
asambleas, debemos preguntarnos si estamos siendo cuidadosos en practicar lo
que sabemos.
4.2. “Y haz lo recto y bueno ante los ojos de
Jehová, para que
te vaya bien, y entres y poseas la buena tierra que Jehová
juró a tus padres” Dt 6.18
La
conquista de la tierra prometida por parte de Israel, estaba íntimamente ligada
a hacer lo recto y lo bueno, es decir, guardar la ley. El pueblo judío no debía
olvidar que su comportamiento estaba siendo observado por los ojos de Dios.
El
carácter de Dios no ha cambiado a través de las diferentes dispensaciones, de
manera que, solo haciendo las cosas bien, nos va a ir bien.
4.3. “Y nos mandó Jehová que
cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días, y para que nos
conserve la vida, como hasta hoy”.
Dt 6.24
En
la ley que Dios le había dado al pueblo de Israel, había una variedad de instrucciones que abarcaban
todas las áreas de la vida. Por ejemplo, leyes sanitarias, humanitarias,
ceremoniales, religiosas, sobre el matrimonio, la familia, los hijos, el
homicidio, pleitos con vecinos, asuntos de moralidad, trato al extranjero, la
usura, entre muchas otras reglamentaciones.
Ahora,
Dios les ordena que debían guardar todo, es decir, quería que la vida del
pueblo fuera regida completamente por la ley, no tan solo ser rigurosos en los
asuntos ceremoniales, sino también, en los asuntos domésticos y de sociedad.
Es
cierto que el cristiano hoy en día no está sujeto a la ley, pero si está sujeto
a Cristo, quien cumplió la ley, por lo cual, debe interesarse en agradar a Dios
en todo (Col 1.10), no obedeciendo a conveniencia. Todos los asuntos de la vida
cristiana, deben ser examinados a la luz de la Palabra de Dios.
5. La trinidad de Dios
Dt 6.4 “Oye, Israel: Jehová
nuestro Dios, Jehová uno es”.
Muchos
eruditos, han considerado que el aparte transcrito, hace referencia a que
Jehová es uno, es decir, que solo Él es Dios y no hay otro fuera de Él,
conclusión a la que llegan teniendo en cuenta el contexto y el significado
gramatical.
No obstante lo anterior, creemos que el
pasaje está haciendo alusión a que ciertamente Dios es uno en esencia. La
palabra usada como Jehová, es una traducción castellana del nombre sagrado
YHWH, que se conoce como el tetragramatón, cuyo muy posible significado sea “Él
es”, o el Auto existente (Concordancia Strong: H 3068).
Siendo así, lo que tenemos en el versículo
es la trinidad de Dios, toda vez que al decir “uno es”, se refiere a que siendo
tres personas, es un solo Dios.
Por ejemplo, “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” Gen 1.1. La palabra
usada para Dios es Elojím, que es el plural de la deidad, es decir,
evidentemente se refiere al Dios trino.
Gén 1.26 “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra
imagen (…)”.
Dios está hablando consigo
mismo, sin embargo, no dice voy a hacerlo a mi imagen, porque siendo uno, es
tres a la vez.
Gén 11.7 “Ahora, pues, descendamos, y confundamos
allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de
su compañero”.
El mismo análisis que en
el versículo anterior, no dice: voy a descender y confundir, porque es el trino
Dios quien estaba hablando.
6. Las Tres áreas del Amor a
Dios
Dt
6.5 “Y amarás
a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”.
Mt 21.37: “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”.
6.1.
Corazón: El ser más
interno, lo más profundo de nuestro ser moral, emocional, psíquico. Todas las
esferas del ser humano se concentran allí.
6.2.
Alma: Aliento de vida
6.3.
Fuerza, el Señor Jesús la
reemplaza por Mente (dianoia) en Mat 22.37, que quiere decir pensamiento hondo, o la capacidad de pensar.
Dios
demanda del creyente todas sus emociones, intelecto y aliento de vida, exige todo
el ser para Él. Este versículo nos confronta, nos hace ver qué tan corto se
queda nuestro amor hacia Cristo. Con razón el apóstol Pedro se entristeció que
el Señor le preguntara por tercera vez si lo amaba y, así como él, quizás
debamos reconocer rostro en tierra: “tu lo sabes todo, tú sabes que te amo” (Jn
21.17)
El
Señor enseñó que ese era el primer y más grande mandamiento, pero también,
dijo: “Y el segundo es
semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas”. Mt 22.39-40
¿Toma
sentido para ti, que todo la ley dada por Dios, dependa del amor a Él y al
prójimo?. Si se cumplen esos dos primeros mandamientos, entonces, se cumple la
ley. El bendito Cristo amó a Dios total y enteramente y nos amó perfectamente.
El Señor cumplió a cabalidad la ley, por lo cual, nosotros estamos llamados a cumplir
la ley real (San 2.8).
7.
Tres Lugares para la
Palabra de Dios:
Dt 6.6-9
7.1.
El
Corazón: 6.6 “Y estas palabras que
yo te mando hoy, estarán sobre tu
corazón”
Para
el israelita era una ordenanza, sin embargo, podemos pensar en Aquél que podía
decir: “Tu ley está en medio de mi corazón” Sal 40.8
El cristiano pudiera decir como el salmista: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”
(Sal 119.11).
Nótese, que el resultado de guardar la ley en el corazón, era que el
israelita hablara y repitiera la misma a su hijo. Más aún, debía hablarse de
ella dentro y fuera de casa, en las noches y en las mañanas, es decir, en todo
tiempo y en todo lugar la Biblia debía ser el centro.
El deseo del corazón de Dios es que en nuestros hogares, Su Palabra sea
observada, que sea un ambiente familiar bíblico, pero que trasciende cuando
estamos por fuera de nuestra casa.
7.2.
El
Cuerpo: 6.8 “las atarás
como una señal en tu mano, y estarán
como frontales entre tus ojos”
El
resultado de un amor real a Dios, derivaba en un genuino interés por guardar su
palabra. Esa devoción, la debía expresar llevando la ley en su mano y en su
frente.
Pensando
en el Hijo de Dios, Él, como prueba del amor genuino y perfecto a Su Padre y a
nosotros, puso sus manos para que sean horadadas, ello, en cumplimiento de las
Escrituras. Igualmente, permitió una corona de espinas en su frente.
El
creyente de esta dispensación no está llamado a guardar físicamente la ley,
pero podemos pensar, que las manos nos hablan de las obras, por tanto, que todo
lo que hagamos sea bíblico. De similar forma, la frente nos habla de los
pensamientos, entonces, que nuestra mente esté llena de la Palabra de Dios.
7.3.
La
Casa: 6.9 “y las escribirás
en los postes de tu casa, y en tus puertas”.
Como
muestra de amor del israelita hacia Dios, debía escribir la ley en las puertas
de su casa, para que entrando o saliendo de su hogar, tuviera presente la ley
divina, o cuando recibiera visita, las personas vieran que en su hogar, se
guardaba la Palabra de Dios.
Cristo,
demostrando su amor al Padre, pudo decir: “Yo amo a mi señor, a mi mujer y a
mis hijos, no saldré libre; entonces su amo lo
llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su
siervo para siempre”. (Ex 21.5-6).
Siguiendo
con la idea del poste y la puerta, nuestros pensamientos evocan la noche
pascual, cuando se sacrificó el cordero y cada familia untaba las puertas de sus casas con sangre, para
que cuando el ángel destructor pasara haciendo juicio, fueran libradas. (Ex 12)
De
la misma manera, la sangre de Cristo se ha rociado en nuestros corazones (1 Ped
1.2), por lo cual, estamos libres del juicio eterno.
Que
en las puertas de nuestros hogares esté inscrita la Palabra de Dios, Él la ve,
nosotros la vemos, otros pueden verla.
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