martes, 30 de julio de 2019

La Puerta de las Ovejas

LA PUERTA DE LAS OVEJAS

Nehemías 3.1

El tema central del libro de Nehemías es la reconstrucción de los muros de Jerusalén. En ese propósito, también hubo necesidad de restaurar sus puertas. Los muros brindaban seguridad, a la vez que marcaban separación. Por su parte, las puertas permitían la entrada o salida de la ciudad.

La primera puerta en ser restaurada fue la de las ovejas, denominada así porque por allí entraban estos animales para ser sacrificados en el templo. Lo sacerdotes eran los encargados de tal oficio, por tanto, se entiende por qué se encargó de esta labor al sumo sacerdote Eliasib y a sus hermanos sacerdotes (Vr 1).

La puerta de las ovejas nos habla de Aquél que “como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Is 53.7).
                                

Por esa puerta pasaron miles de ovejas y, en especial, en las fiestas solemnes, se llevaban las ovejas consagradas (Ez 36.38). El Señor Jesús no fue una oveja más, fue el cordero que Dios se había provisto (Jn 1.29), consagrado (1 Ped 1.19) y quien además, hizo un solo sacrificio por los pecados (Heb 10.12).

El Señor Jesús fue llevado al matadero. El discípulo amado lo narra así: “Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron, le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año”. (Jn 18:13). (…) Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua” (Jn 18.28).

“Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César.  Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron.  Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (Jn 19.15-17). 

Si bien fueron otras personas las que ejecutaron la acción de llevar al Señor como reo de muerte, el profeta Isaías señala: “Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos” (Is 50.6). Fue llevado al matadero porque Él se dispuso.

El cordero va al matadero sin tener consciencia de lo que le va a suceder, en tanto que el Señor Jesús conocía perfectamente las circunstancias que estaba viviendo y lo que las personas iban a hacer con Él. A pesar de la maldad humana, la instigación y movilización satánica, realmente, el bendito estaba siendo llevado por la mano de Su Padre.

“(…) enmudeció, no abrió su  boca”, es sorprendente, que aún hoy en día, el comportamiento de la oveja cuando es trasquilada, sigue siendo igual, guarda silencio. En esas últimas horas, antes de dirigirse al monte de la Calavera, los evangelistas relatan momentos en los cuales el Señor Jesucristo guardó silencio:

“Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió” (Luc 23.9). Pero al fin vinieron dos testigos falsos,  que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo. Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?  Mas Jesús callaba” (Mt 26.60-63). “Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió.  Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?  Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho” (Mt 27.12-14).

El cordero nos recuerda el primer animal sacrificado por Dios para cubrir la desnudez de Adán y Eva (Gén 3.21). Fue la primer mancha de sangre de un animal inocente sobre la tierra, con ello, Dios estableció que “ (…) sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Heb  9.22). Luego, fue Abel quien ofreció una oveja “de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda” (Gén 4.4). Aquí tenemos un sacrificio personal.

Avanzamos en la historia bíblica y llegamos al cordero pascual: “En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia” (Ex 12.3). Allí vemos un sacrificio familiar.

“Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio. Así purificará el santuario, a causa de las impurezas de los hijos de Israel (…) Cuando hubiere acabado de expiar el santuario y el tabernáculo de reunión y el altar, hará traer el macho cabrío vivo; y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío (…) (Lev 16.15,20-21). En esta oportunidad tenemos un sacrificio nacional.

Cuando llegamos al Señor Jesucristo, muy superior en todo a los sacrificios anteriores, tenemos “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1.29). Aquí, como es evidente, se trata de un sacrificio mundial.

Pensamientos:
                 

       
1. La puerta de las ovejas necesariamente nos hace pensar en Cristo y su obra redentora en el Calvario.  Igualmente, es motivo de supremo gozo, que de la misma manera que el pasaje inicia y termina con esta puerta, para Dios y también para nosotros, todo comienza y concluye en Cristo.


2. La puerta de las ovejas estaba relacionada con el sacerdocio, de manera que, aquello que debemos comenzar a restaurar en nuestra vida es la relación con Dios, sobre todo, debe haber un mayor ejercicio en el conocimiento de nuestro Señor Jesús y su obra en la cruz. El sacerdocio espiritual en una iglesia puede llegar a ser muy fuerte, en relación directamente proporcional al valor que le estemos otorgando a conocer a nuestro Salvador.

3.   La Parábola de las Cien Ovejas:

Recordemos, que la puerta de las ovejas fue restaurada “Hasta la torre de Hamea”, que significa “cien”, por lo cual, dirige nuestros pensamientos a la parábola de las cien ovejas. Mi estimado hermano, usted y yo somos esa oveja que se perdió, pero el Señor es quien dejó las noventa y nueve, nos buscó y no descansó hasta encontrarnos. Hoy, nos lleva gozoso sobre sus hombros (su poder) y vamos a su casa. (Luc 15.4-6).

4.   El Padre Celestial:

De igual forma, la restauración de la puerta fue “hasta la torre de Hananeel”, cuyo significado es “Dios es bondadoso”. Por tanto, pensamos en Tito 3.4-5: “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia (…)”

5.   El Paralítico de Betesda:

De Juan 5, entendemos que el estanque de Betesda (Casa de misericordia), quedaba cerca a la puerta de las ovejas. Allí, nuestro bondadoso Salvador sanó a un paralítico. De igual forma, el Señor nos sanó completamente de nuestra imposibilidad espiritual de dar un solo paso dentro de la voluntad de Dios.

6.   Del Pueblo de Belén a la Puerta de Jerusalén:

Las ovejas que iban a ser sacrificadas eran traídas desde Belén. Este aspecto necesariamente nos hace pensar en el Cristo bendito que nació humildemente en un pesebre de esa aldea, y su vida fue el camino hacia la puerta de las ovejas para ser sacrificado en nuestro lugar.

7.   Perdón  y Provisión:

Finalmente, el Señor Jesús afirmó: “Yo soy la puerta de las ovejas” (Jn 10.7) “(…) Yo soy la puerta, el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Jn 10.9). Hay una sola puerta de salvación, está abierta para todo aquél que desee entrar por ella y, como si fuera poco, hay alimento espiritual para su alma. Es decir, en Cristo hay perdón, pero también hay provisión.

domingo, 21 de julio de 2019

7 Triadas en Deuteronomio 6


7 Triadas en Deuteronomio 6

El capítulo 6 del libro de Deuteronomio, resulta ser de vital importancia para el pueblo de Israel, de hecho, el verso 4 hace parte de lo que se conoce como el “shemá” (Oye Israel), una de las principales plegarias que sigue repitiendo el pueblo judío en la actualidad.

Después del número 7, el número 3 es el que más se repite en la Biblia. En este capítulo, las variadas triadas mencionadas, quizás guarden relación con la mención al Dios trino en el versículo 4.

1.     La Torá:
Mandamientos, estatutos y decretos: Dt 6.1

Sin lugar a dudas, las tres palabras hacen referencia a la ley que Dios había dado a los israelitas a través de Moisés. Sin embargo, se pueden notar sutiles diferencias.

1.1.     Mandamientos: Hebreo mitsvá, se refiere a las órdenes dadas por Dios, por lo cual, el énfasis radica en la prescripción, hacer o no hacer.

1.2.     Estatutos: Hebreo kjoc, cuyo énfasis está en la promulgación de la ley por parte de Dios.

1.3.     Decretos: Hebreo mishpát, sentencia pronunciada judicialmente, favorable o desfavorable. El énfasis radica en el pronunciamiento divino sobre algo o alguien.

Dios en su Palabra habla en términos Absolutos (mandamientos), Él es su Autor (Estatutos) y lo hace con Autoridad (Decretos).

En estos tiempos que la Biblia cataloga como “peligrosos” (2 Ti  3.1), a las personas no les gusta hablar de términos absolutos, menos que se diga que la Palabra de Dios es toda la verdad, o que Cristo dijo: “Yo soy la verdad (…)” (Jn 14.6).

Vivimos en una época en la que no se reconoce que las Escrituras son divinamente inspiradas, que Dios es el Autor de ellas y, por el mismo motivo, no reconocen su Autoridad. A pesar de la creciente indiferencia y oposición a la Biblia, Dios nos llama a guardarla y obedecerla.

2.  La Trascendencia Generacional: Dt 6.2

“(…) para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados.

Dios deseaba que el padre de familia, su hijo y su nieto, guardaran Su Palabra, que Israel de generación en generación no se olvidara de Él.
Para disfrutar de la tierra prometida a donde Israel iba a llegar, no era suficiente con que las personas que la conquistaban guardaran la ley, pues el propósito divino era que ello perdurara en el tiempo, es decir, que las nuevas generaciones también conocieran a Dios. Iban a gozar del bien de la tierra y de todas las bendiciones, siempre y cuando estuvieran ocupados en replicar la Palabra de Dios a sus hijos y nietos.

Moisés preparó y enseñó a Josué, de manera que ante su muerte, Dios lo levantó como su sucesor. El segundo, hizo un gran trabajo, siguió fielmente al Señor, sin embargo, ante su muerte, la Biblia dice:

“Pero murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años. (…) Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel” (Jue 2.8-10).

Tristemente, en la historia del pueblo de Israel, después de una generación dorada como la de Josué, se levantó una que no conocía a Dios ni sus obras.

El Señor quiere que los cristianos en todos los lugares y en todo tiempo, guardemos Su Palabra. Por tanto, cada día nos corresponde leer, meditar, guardar y obedecer la Palabra de Dios, de manera que podamos terminar diciendo, como lo expresó el apóstol Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Ti 4.7).

En el nuevo testamento, nuestro querido hermano Pablo, tenía el mismo pensamiento respecto de las iglesias: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Ti 2.2).

Este principio debe ser atesorado y guardado por las asambleas, es decir, debe haber un ejercicio sincero delante del Señor, por capacitar a los creyentes (fieles) y que estos procuren, con devoción, enseñar también a otros. De esa forma,  el conocimiento de Dios y Su Palabra pasará a quienes nos van relevando.

3.                  El Tiempo:
  Los días: Dt 6.2, 24

3.1.  “(…) todos los días de tu vida

Dios quería que Su Pueblo le temiera y guardara la ley todos los días de su vida, es decir, constantemente y fielmente; lamentablemente, aun en presencia de Moisés, vez tras vez, Israel abandonaba su pacto y no obedecía.

Sobre el temor a Dios, “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” Pro 1.7

El temor de Jehová es aborrecer el mal (…)” Pro 8.13

Como se ve, el temor que Dios demanda no es miedo, en otro sentido, es odio por el pecado, además, ello constituye el principio de la sabiduría. En la medida que nos vayamos apartando del mal, más sabios seremos; al contrario, entre más cerca caminemos del pecado, menos sabios nos volvemos, por eso, a este último evento, Dios le llama necedad.

3.2.      “(…) para que tus días sean prolongados” Dt 6.2

El mandamiento dentro de lo que se conoce como el decálogo, dice: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Ex 20.12).

Pablo, el apóstol, lo cita así: “Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra” (Ef 6.2-3).

La ley prescribía para el hijo contumaz y rebelde que fuera apedreado (Dt 21.18-21), por ende, su vida era muy corta sobre la tierra.

Tropezamos con el versículo, porque no entendemos cómo existiendo esta promesa, muchos hijos que honran a sus padres, fallecen a temprana edad o, por qué, hijos malos llegan al fin de sus días de edad bastante avanzada.

La promesa sigue siendo cierta y válida en nuestro tiempo, a pesar de las excepciones que puedan presentarse, y puesto que no se nos informa el por qué no se cumple en diversas ocasiones, no estamos llamados a concluir lo que Dios no dice. Aceptamos con reverencia sus decisiones y, en todo caso, sabemos que guardar los preceptos del Señor, trae bendición.

3.3.  “(…) para que nos vaya bien todos los días (…)” Dt 6.21

El hijo podría preguntar a su padre judío, ¿Qué significan los decretos y mandamientos que Dios les dio a ustedes en el pasado? A lo cual, el padre debía contarle la historia de la redención, es decir, que fueron esclavos en Egipto, que Dios hizo señales en Faraón y en todo su pueblo, los liberó con mano poderosa y brazo extendido y los introdujo en la tierra prometida en la cual habitan, para que guarden Su Palabra y les vaya bien todos los días.

El interés de Dios era que su pueblo siguiera conservando su ley en la nueva tierra a la cual llegaban y, por tanto, que no se contaminaran con las costumbres de los pueblos que allí habitaban. Entonces, si los israelitas querían que les vaya bien en Canaán, debían guardar los preceptos y mandamientos de su Dios.

Hoy, la realidad para el cristiano es similar, ya hemos salido del mundo (Egipto), Cristo nos redimió con su sangre y desea que guardemos Su Palabra, solo de esta manera, nos irá bien todos los días. Dios es bueno y desea nuestro bien, pero no podemos tomar atajos, es decir, si y solo si, la bendición vendrá por guardar Su Palabra.




4.  Tres Declaraciones
“Para que te vaya bien”

4.1.  “Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres. Dt 6.3.

Debemos colocar especial cuidado en poner por obra lo que Dios dice en Su Palabra. La única fórmula válida para que nos vaya bien es la obediencia.

De la misma manera, nuestra fidelidad a las Escrituras, nos permitirá multiplicarnos como creyentes, por lo cual, si no vemos crecimiento numérico en nuestras asambleas, debemos preguntarnos si estamos siendo cuidadosos en practicar lo que sabemos.

4.2.  Y haz lo recto y bueno ante los ojos de Jehová, para que te vaya bien, y entres y poseas la buena tierra que Jehová juró a tus padres” Dt 6.18

La conquista de la tierra prometida por parte de Israel, estaba íntimamente ligada a hacer lo recto y lo bueno, es decir, guardar la ley. El pueblo judío no debía olvidar que su comportamiento estaba siendo observado por los ojos de Dios.

El carácter de Dios no ha cambiado a través de las diferentes dispensaciones, de manera que, solo haciendo las cosas bien, nos va a ir bien.

4.3.  Y nos mandó Jehová que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días, y para que nos conserve la vida, como hasta hoy. Dt 6.24

En la ley que Dios le había dado al pueblo de Israel,  había una variedad de instrucciones que abarcaban todas las áreas de la vida. Por ejemplo, leyes sanitarias, humanitarias, ceremoniales, religiosas, sobre el matrimonio, la familia, los hijos, el homicidio, pleitos con vecinos, asuntos de moralidad, trato al extranjero, la usura, entre muchas otras reglamentaciones.
Ahora, Dios les ordena que debían guardar todo, es decir, quería que la vida del pueblo fuera regida completamente por la ley, no tan solo ser rigurosos en los asuntos ceremoniales, sino también, en los asuntos domésticos y de sociedad.

Es cierto que el cristiano hoy en día no está sujeto a la ley, pero si está sujeto a Cristo, quien cumplió la ley, por lo cual, debe interesarse en agradar a Dios en todo (Col 1.10), no obedeciendo a conveniencia. Todos los asuntos de la vida cristiana, deben ser examinados a la luz de la Palabra de Dios.

5.  La trinidad de Dios

Dt 6.4 “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.

Muchos eruditos, han considerado que el aparte transcrito, hace referencia a que Jehová es uno, es decir, que solo Él es Dios y no hay otro fuera de Él, conclusión a la que llegan teniendo en cuenta el contexto y el significado gramatical.

No obstante lo anterior, creemos que el pasaje está haciendo alusión a que ciertamente Dios es uno en esencia. La palabra usada como Jehová, es una traducción castellana del nombre sagrado YHWH, que se conoce como el tetragramatón, cuyo muy posible significado sea “Él es”, o el Auto existente (Concordancia Strong: H 3068).

Siendo así, lo que tenemos en el versículo es la trinidad de Dios, toda vez que al decir “uno es”, se refiere a que siendo tres personas, es  un solo Dios.

Por ejemplo, En el principio creó Dios los cielos y la tierra Gen 1.1. La palabra usada para Dios es Elojím, que es el plural de la deidad, es decir, evidentemente se refiere al Dios trino.

Gén 1.26 “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen (…)”.

Dios está hablando consigo mismo, sin embargo, no dice voy a hacerlo a mi imagen, porque siendo uno, es tres a la vez.

Gén 11.7 “Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero.

El mismo análisis que en el versículo anterior, no dice: voy a descender y confundir, porque es el trino Dios quien estaba hablando.

6.  Las Tres áreas del Amor a Dios

Dt 6.5 “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.

Mt 21.37: “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.

6.1.     Corazón: El ser más interno, lo más profundo de nuestro ser moral, emocional, psíquico. Todas las esferas del ser humano se concentran allí.

6.2.     Alma: Aliento de vida

6.3.     Fuerza, el Señor Jesús la reemplaza por Mente (dianoia) en Mat 22.37, que quiere decir pensamiento hondo, o la capacidad de pensar.

Dios demanda del creyente todas sus emociones, intelecto y aliento de vida, exige todo el ser para Él. Este versículo nos confronta, nos hace ver qué tan corto se queda nuestro amor hacia Cristo. Con razón el apóstol Pedro se entristeció que el Señor le preguntara por tercera vez si lo amaba y, así como él, quizás debamos reconocer rostro en tierra: “tu lo sabes todo, tú sabes que te amo” (Jn 21.17)

El Señor enseñó que ese era el primer y más grande mandamiento, pero también, dijo: “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. Mt 22.39-40

¿Toma sentido para ti, que todo la ley dada por Dios, dependa del amor a Él y al prójimo?. Si se cumplen esos dos primeros mandamientos, entonces, se cumple la ley. El bendito Cristo amó a Dios total y enteramente y nos amó perfectamente. El Señor cumplió a cabalidad la ley, por lo cual, nosotros estamos llamados a cumplir la ley real (San 2.8).

7.      Tres Lugares para la Palabra de Dios: Dt 6.6-9

7.1.     El Corazón: 6.6 “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón

Para el israelita era una ordenanza, sin embargo, podemos pensar en Aquél que podía decir: “Tu ley está en medio de mi corazón” Sal 40.8

El cristiano pudiera decir como el salmista: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Sal 119.11).

Nótese, que el resultado de guardar la ley en el corazón, era que el israelita hablara y repitiera la misma a su hijo. Más aún, debía hablarse de ella dentro y fuera de casa, en las noches y en las mañanas, es decir, en todo tiempo y en todo lugar la Biblia debía ser el centro.

El deseo del corazón de Dios es que en nuestros hogares, Su Palabra sea observada, que sea un ambiente familiar bíblico, pero que trasciende cuando estamos por fuera de nuestra casa.

7.2.     El Cuerpo: 6.8 “las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos

El resultado de un amor real a Dios, derivaba en un genuino interés por guardar su palabra. Esa devoción, la debía expresar llevando la ley en su mano y en su frente.

Pensando en el Hijo de Dios, Él, como prueba del amor genuino y perfecto a Su Padre y a nosotros, puso sus manos para que sean horadadas, ello, en cumplimiento de las Escrituras. Igualmente, permitió una corona de espinas en su frente.

El creyente de esta dispensación no está llamado a guardar físicamente la ley, pero podemos pensar, que las manos nos hablan de las obras, por tanto, que todo lo que hagamos sea bíblico. De similar forma, la frente nos habla de los pensamientos, entonces, que nuestra mente esté llena de la Palabra de Dios.

7.3.     La Casa: 6.9 “y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.

Como muestra de amor del israelita hacia Dios, debía escribir la ley en las puertas de su casa, para que entrando o saliendo de su hogar, tuviera presente la ley divina, o cuando recibiera visita, las personas vieran que en su hogar, se guardaba la Palabra de Dios.

Cristo, demostrando su amor al Padre, pudo decir: “Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre; entonces su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre”. (Ex 21.5-6).

Siguiendo con la idea del poste y la puerta, nuestros pensamientos evocan la noche pascual, cuando se sacrificó el cordero y cada familia  untaba las puertas de sus casas con sangre, para que cuando el ángel destructor pasara haciendo juicio, fueran libradas. (Ex 12)

De la misma manera, la sangre de Cristo se ha rociado en nuestros corazones (1 Ped 1.2), por lo cual, estamos libres del juicio eterno.

Que en las puertas de nuestros hogares esté inscrita la Palabra de Dios, Él la ve, nosotros la vemos, otros pueden verla.




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